SE ACABARON LAS BARRERAS
A lo largo de la historia de la humanidad, siglos atrás, el arte y la técnica eran conceptos prácticamente indisolubles. Es a partir de la figura de Newton cuando ambas prácticas se distancian, hasta convertirse en “dos culturas” casi antagónicas durante el romanticismo. Sólo a lo largo del siglo XX y por mediación de las vanguardias, vuelven a darse la mano poco a poco artistas y científicos, hasta la explosión de las nuevas tecnologías y la comunicación que hicieron de ordenadores y softwares herramientas por un lado atractivas y por otro simplificadoras del trabajo, dando lugar a nuevas expresiones artísticas hasta entonces impensables.
Hoy se inaugura Arco 2014, y como cada año, veremos un paso más en el camino del arte tecnológico hacia un horizonte excitante por lo inabarcable de las posibilidades de expresiones artísticas que ofrece la imparable máquina de la tecnología.
Esta combinación que parece un símbolo de proyección hacia el futuro, es en realidad, como comentamos, una vuelta a la normalidad en la historia, tras un paréntesis que empezó con la ruptura de la percepción y la explicación de las cosas entre la realidad y la lógica del científico y el sentimiento de la emoción del artista.
Resulta increíble, pero la tecnología ha ido calando en nuestra sociedad en las últimas décadas hasta el punto de que parece dar más respuestas a las cuestiones reinantes en nuestra sociedad de lo que lo hacía tradicionalmente el arte. Por un lado hay quien encuentra la explicación a esta situación en la cesión de la histórica rigidez de la ciencia, que ya admite frecuentemente y con naturalidad cosas como que el universo es ilimitado e imprevisible, o que hace uso de la metáfora y la analogía como recursos válidos en la explicación de ciertos fenómenos. Por si no fuera suficiente, no son pocas las alusiones a la condición humana en numerosos estudios y argumentaciones, terrenos siempre reservados a la “otra cultura” del arte.
Existe también la teoría del perdedor, para venir a explicar lo mismo, pero desde el punto de vista de la crisis del arte en nuestra sociedad, carente de la estimulación de tiempos anteriores y con una dificultad cada vez mayor para su valoración.
Sea como sea, queremos pensar en lo ideal, en alcanzar ese equilibrio entre ambos mundos para no tener que referirnos a ellos así nunca más, un estado en que la superposición deje paso a la vinculación y donde arte y tecnología no sólo estén unidos como están, sino que además caminen sin distinción en búsqueda de respuestas, estímulos, provocaciones y conocimiento de nuestro mundo.
